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miércoles, 31 de octubre de 2012

Crítica de discos: Cryptopsy - Cryptopsy (2012)


Dicen que cuando una banda decide titular a su disco de manera homónima es una manera de reivindicarse a sí mismos, de demostrar su identidad. Algo que les hacía falta a los canadienses tras su fiasco con The Unspoken King, llegando hasta el extremo de que algunos fans desearon que el autobús de la banda se despeñase por un terraplén. La respuesta de la banda ante ellos tampoco fue menos...
La verdad es que ni siquiera fueron honestos consigo mismos. Decían que querían experimentar con ese álbum, algo totalmente falso si tenemos en cuenta que Once Was Not era realmente un disco experimental, con sonidos que no habíamos oído antes en un disco de Cryptopsy. Sin embargo la jugada de la banda fue esconder el error de haberse dejado influenciar demasiado por su nuevo cantante, Matt McGachy, al que en más de una foto se le ha visto con camisetas de Despised Icon y similares... El problema es que este intento de captar público más joven no iba a funcionar nunca en Cryptopsy. ¿Por qué? Pues bien, además de que ya tienen toda una carrera de leyenda detrás con joyas como Blasphemies Made Flesh o esa cafrería llamada None So Vile, su público es el mismo que escucha Cephalic Carnage, Suffocation, Origin... no estas bandas basadas en el breakdown. Además de que dudo bastante que su última obra, tan Deathcore, haya sido escuchada en masa por los fans de Suicide Silence, por no decir que ni los conozcan.
A todas luces fue un paso el falso hacia tierra de nadie y este álbum homónimo sirve para decir que han vuelto, que siguen siendo los mismos animales de siempre. Como pequeño guiño al pasado, en la portada hay ciertos detalles escogidos de sus anteriores álbumes, toda una declaración de intenciones...
¿Es un trabajo que vuelve a los senderos tradicionales? Completamente. Cumple las espectativas de lo que debería ser Cryptopsy. No hay voces limpias, ni breakdowns, ni nada que tenga visos de Metal Moderno. Lo cual es bueno, pero deja cero factor sorpresa. Desde el primer segundo vamos a saber exactamente lo que vamos a encontrar, y queramos o no, el impacto se reduce. Lo que no quiere decir que pierdan pegada, y por si quedan alguna duda lo demuestran nada más comenzar con Two-Pound Torch con una suave base de batería, la pacífica voz de McGachy y unos riffs que como es habitual no tienen pinta de ser nada sencillos, y como no, los habituales cambios de ritmo en el tema que parecen imposibles para un ser humano normal. Muchos atribuyen la vuelta al sonido tradicional de la banda al retorno (aunque ahora ha vuelto a irse...) de Jon Levasseur, que ya estuvo con ellos desde el debut hasta el And Then You'll Beg, lo cual no creo que sea del todo cierto. Primero porque contribuyó a discos con un sonido no tan habitual, y segundo porque los canadienses nunca han hecho un solo acorde sencillo con y sin el. Cryptopsy han vuelto a ser lo que eran cuando se han dedicado a hacer lo que se les da bien.
Donde sí se ha notado más la mano de Levasseur ha sido en esos pequeños toques jazzeros que encontramos de vez en cuando, véase la introducción de Shag Harbour's Visitors o el interludio final en Red-Skinned Scapegoat. Aunque este último parece más una pequeña coña dentro de la canción para quitarnos un poco de presión ante la tormenta de brutalidad en la que estamos, eso sí, que a nadie se le olvide que la complejidad del jazz sigue presente en esas líneas de guitarra y bajo que obligan a marear los dedos constantemente y adaptarlos en milésimas a cambios de ritmo brutales, sin transición alguna muchas veces.
Al impecable Flo Mounier se le une Olivier Pinard, de Neuraxis y como podréis suponer ha sido un digno sucesor a Éric Langlois en el bajo. En pocas palabras, dudo mucho que lo echeis de menos. Aunque sí que es cierto que en este disco el bajo se luce un poco menos, tapado por las seis cuerdas en la mayoría de las ocasiones. Esas pequeñas improvisaciones de este grave instrumento es algo que se echa en falta y que le quita ese puntito de locura que tenía el None So Vile.
Tras su obra homónima solo queda decir que han vuelto muy fuerte para recuperar su cetro, manchado hace cuatro años. Han hecho el disco que sus fans, y muy posiblemente ellos querían. Un trabajo identitario que suena ni más ni menos que a ellos mismos. La lástima es que es un poco como ver Holocausto Caníbal a día de hoy, lo que antes impresionó, hoy no tanto por el simple hecho de que ahora existen mil Saw.
No obstante nadie dice que no a una buena ración de brutalidad hecha por unos expertos, que puede que no impresionen tanto, pero todavía siguen teniendo la fuerza suficiente como para arrancarte la cabeza.

Nota: 8'5