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martes, 21 de agosto de 2012

Crítica de discos: Cryptopsy - None So Vile (1996)


Tras este largo parón, provocado por mi estancia en Eslovenia con motivo del Metalcamp (del cual habrá crónica, faltaría más) y un pequeño periodo de desconexión cibernética, volvemos con uno de mis discos predilectos, bastante conocido por todos los aficionados al género, y que a buen seguro no deja a nadie indiferente. Para el que no conozca este disco, posiblemente lo haya visto mil veces mencionado en múltiples sitios y habrá oído muy buenas cosas de el. Es más, difícil es encontrar una voz en contra de este disco dentro del mundo extremo (que haberlas, haylas). La pregunta es ¿merece tanto bombo y platillo este álbum? ¿tan bueno es como dicen?.
La respuesta es muy clara: sí. Para que lo entendamos, sin este disco el Death Metal Técnico no sería lo mismo. No quiere decir que este sea el primer disco de Death técnico que exista. Antes tenemos a los Atheist y el disco Human de Death, aunque ambas bandas tiraban más bien por el toque progresivo. E incluso de precedente tenemos las primeras obras de los neoyorkinos Suffocation, otros grandes innovadores en el campo técnico. En otras palabras, no es el primer álbum de Death Metal extremadamente difícil de tocar (por si este género ya no es difícil de por sí).
Pero los canadienses llevaron todo a un nuevo nivel. Este disco es absolutamente esquizofrénico, una auténtica locura de golpes que en un segundo te han partido todos los huesos del cuerpo y no has tenido ni siquiera tiempo para reaccionar.
Para empezar, todos los músicos que integraban Cryptopsy entonces, habían bebido bastante del Jazz y el Blues. Es más, el propio Jon Levasseur abandonó Cryptopsy porque había perdido interés en el Metal extremo, y formó una banda de Free Jazz, no son mancos precisamente...
Por otro lado tenemos a otro monstruo en las cinco o seis cuerdas, según dependa. Hablo de Eric Langlois, otra máquina en el bajo, que aquí, y en todos los trabajos de Cryptopsy hace un trabajo impresionante. Es una lástima que en la mezcla del álbum se oiga relativamente el bajo, salvo algunos slappings (he aquí otra de las innovaciones técnicas del disco), porque realmente hace maravillas. No se limita, ni mucho menos, a seguir la línea de la batería como suele pasar en los géneros extremos. Y hablando de baterías, no puedo irme sin mencionar a ese auténtico prodigio llamado Flo Mounier. Es el principal culpable de que la banda vaya a ese ritmo inhumano, porque sólo con oír la batería e imaginar todos los movimientos que hace en tan poco tiempo... duele pensarlo.
No es casual que tenga que dedicar un párrafo entero a los músicos que hicieron posible este obra maestra, porque son ellos los que bailan en el límite entre la virtuosidad y el caos. Estos temas, en manos de otros menos habilidosos, habrían sido una bola de sonido.
No es un álbum fácil de escuchar, a pesar de sus maravillas, sino que poco a poco hay que ir sacando los detalles. Probablemente la primera escucha sea una patada en la cara tan grande que no entiendas que estas escuchando. Tras el primer sample sacado de El Exorcista III, Crown Of Horns entra a saco, con ese grito de Lord Worm que vomita blasfemias de una manera completamente ininteligible, mientras la base rítmica nos aplasta a un ritmo infernal. Sin descanso alguno, nos avasallan con el rapidísimo riff de Slit Your Guts, donde es imposible seguir el nivel de mala leche de Mounier a las baquetas, por no hablar de ese slapping que surge de la nada gracias a Langlois. Y aún no he mencionado a los solos a las seis cuerdas... Como vemos, o más bien oímos, los canadienses saben como dejarnos la mandíbula en el suelo sin que el tema pierda sentido alguno.
También podríamos destacar los impresionantes cambios de ritmo de Graves Of The Fathers, de como una canción machacona muta a una rapidez insana y a la mitad del tema volverse más densa aún. No andaría desencaminado si dijese que este tema y la parte final de Benedictine Convulsions han inspirado a muchas bandas a la hora de hacer slamming, no es que lo haya en estos temas, pero ya se dan unas pistas que otros tomarán más adelante.
El único momento de pausa lo vamos a encontrar en Phobophile, con ese suave piano, continuado por un solo de bajo. Esa tranquilidad la pulverizará Lord Worm con otro de sus berridos y los otros tres bestias con sus instrumentos, donde me arriesgaría a decir que Mounier hace el mejor trabajo de todo el disco con ese blast-beat que aparece que no se acaba. Sea este el mejor momento o no, está claro que no tiene malos momentos en todo el disco.
Ya que estamos desgranando el disco, hacer patente el primer riff de Lichmistress, de mis favoritos del disco por ese aire malévolo que emana, tan de la vieja escuela de Tampa, tan denso como los mejores Obituary. Luego, claro está, la canción se sumerge de nuevo en su particular desafío para ser lo más cafre posible, a través de cambios de ritmo imposibles y destrozar cuerdas de guitarra y baquetas.
Puede que el tema más "convencional" del disco, si es que puede usarse ese termino, sea Orgiastic Disembowelment, cuya primera parte, me recuerda en parte a Cannibal Corpse, concretamente en su última etapa con Barnes, eso sí, ya se encargan Cryptopsy de hacer que parezca que los neoyorquinos han tenido una sobredosis de Red Bull en el estudio. Es, cuanto menos curioso el sample que han escogido para cerrar el disco. Si al abrir el álbum escogieron uno completamente amenazante, advirtiéndonos del peligro que se escondía, el de cierre es incluso más acertado. "Go ahead and run. Run home and cry to mama!". 
Tras habernos destrozado durante poco más de media hora, nos dicen que a llorar y a casa con mamá. Por si estas malas bestias nos han asustado.
Sólo 32 minutos han necesitado para hacernos polvo, y es que el nivel de locura de este disco habrá inspirado a innumerables bandas, que habrán machacado sus instrumentos una y otra vez para acercarse a la complejidad (en todos los sentidos) de este álbum tan malévolo. Pero que no se preocupen, porque ni los mismos autores han sido, y probablemente ni serán capaces, de igualar a esta auténtica locura sónica. Un momento de auténtica inspiración que muy difícilmente será igualado. Ahora uno entiende el título de este disco, porque no hay ninguno tan vil como este. Tal vez más malvado y menos cuerdo aún sea la propia Salomé, pidiendo la cabeza de San Juan Bautista en bandeja de plata.

Nota: 9'8


jueves, 2 de agosto de 2012

Crítica de discos: Watain - Lawless Darkness (2010)


Posiblemente el mundo del Black Metal sea en el que es más complicado avanzar, pues la banda que sobresale tiene la cabeza prácticamente cortada al instante, gracias al núcleo más duro de fans, que controlan minuciosamente cada banda nueva que sale, como traficantes que vigilan hacia donde se dirige su droga. Puristas les llaman. Algo cuanto menos paradójico en el subgénero del Heavy Metal más prolífico a la  experimentación, pero donde, sin embargo, hemos visto bandas machacadas por cualquier motivo, aunque fuese bastante nimio.
Watain son una de esas bandas que son muy queridas y odiadas. Pasó de ser una banda más, con discos competentes como el Casus Luciferi, a telonear a los míticos Dissection en su gira de regreso. Las críticas no se hicieron esperar, amparadas en ese: "¿como se te ocurre llevar a estos mierdas contigo cuando hay mil bandas mejores?". Seguro que en ese momento habría mil bandas mejores que los suecos, sin embargo, el sector que suele hacer estas críticas tan furibundas, bastante más dotadas de ira que de razón, es el mismo que escupió en la cara de Jon Nödtveidt por hacer el Reinkaos, prácticamente diciéndole a un tío que se ha pasado más de un lustro en prisión cómo debe de hacer su música. Los mismos que no pasan de las demos de una banda porque se ha perdido la esencia. Y aunque todo lo que cuento lo he visto, oído y leído de primera mano, no quiere decir que todo el que sepa de Black Metal, sea un auténtico dictador sobre la música ajena, es más, gracias a todos aquellos que no son así, el Black Metal goza de buena salud creativa.
Pero volviendo a nuestros suecos y al disco que nos ocupa, creo que con esta obra se llevaron por delante a prácticamente a todos los que los tildaban de simple banda oportunista. En otras palabras, con este Lawless Darkess demostraron qué vio el gran Jon Nödtveidt en ellos. No fue casualidad, porque Watain se mostraron como la mejor banda sacada de la escuela de Dissection. Jon no era tonto, y Watain, menos. Si el Sworn To The Dark daba fe de que tenían calidad para suceder a sus maestros, en esta obra directamente han asaltado el trono del Black Metal.
Pocas veces se ven a tíos con las ideas musicales tan claras y que sepan trasladarlas de una manera tan precisa. Esta álbum se pone a la altura de titanes como el Antichrist de Gorgoroth, In The Nightside Eclipse de Emperor, el Transilvanian Hunger de Darkthrone o Those Of The Unlight de Marduk. Muy distintos entre si, pero claves para entender la evolución y variantes de este subgénero musical. Cada uno es hijo de su tiempo, y sería bastante hipócrita que Watain quiesen sonar como sus ídolos en los 90. Para eso ya están dichos discos. Las copias acaban hundidas y olvidadas.
Desde la introducción de Death's Cold Dark ya sabemos que esto es distinto, no tan atronador, ni tan crudo como un disco de Black a la vieja usanza, pero sus riffs respiran maldad desde el primer momento, y más importante, nada más oírlos sabes que estas ante algo distinto.
No hay un solo minuto de relleno en todo el disco, ni un sólo mal riff. No importa que los temas puedan irse fácilmente más allá de los ocho minutos, pues los suecos enlazan todas las piezas de cada tema de tal manera que esos siete, ocho, nueve minutos, fluyen perfectamente a través de los riffs, blast.beats y solos. Y aquí me detengo, porque el trabajo solista de este disco es digno de admiración. No sólo por la cantidad ingente de estos, algo relativamente raro en este subgénero, también por la técnica (da gusto imaginar el trabajo de esos dedos retorciéndose por el mástil) pero sobre todo por el sentimiento que tienen. Tal vez se podría acusar a Pelle Fosberg por usar demasiado el trémolo. Aunque sinceramente, con la intensidad que transmiten dichos solos, creo que el fin justifica los medios. Imposible no escuchar Waters Of Ain y que se te pongan los pelos de punta con semejante himno.
Con estas características, os podréis imaginar que cada tema se toma su tiempo. Desde la directa Reaping Death que desde el primer segundo va a la yugular y solo necesita el primer minuto para partirnos la boca,  pasando por esa instrumental de medio tiempo que es todo belleza y que lleva el nombre del álbum.
Podría citar otro monstruo como es Wolves Curse, de las más completas de toda la obra, las múltiples fases por las que pasa, incluso los nueve minutos de tema dan la sensación de quedarse cortos.
De nuevo un álbum inmenso, del cual hay mil detalles, mil momentos memorables, tantos que es imposible que los abarque en esta reseña, pero sólo puedo decir una cosa. Esta obra maestra es capaz de llevarte a un trance, envolverte con su atmósfera malévola y no soltarte a través de sus miles de riffs.
Desde luego con este Lawless Darkess callaron muchas bocas, demostraron cómo se puede hacer Black Metal más allá de las viejas herramientas de siempre, cómo rendir tributo a tus maestros de una manera en la que ellos se sentirían orgullosos, porque los suecos llevan más allá lo que aprendieron de Bathory, Dissection, Marduk, lo llevan en la sangre, y siempre llevando su identidad bien alta. Un clásico moderno, tiempo al tiempo.

Nota: 9'7