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sábado, 22 de septiembre de 2012

Metalcamp 2012: Estaciones de servicio y agua fría.


Tras la primera parte donde analicé con la mayor precisión que mi cerebro recordaba, lo que habían sido los conciertos del Metalcamp, ahora toca repasar lo demás, el ambiente, el viaje, el pueblo... todo lo que rodeó a ese recinto de conciertos.
Pensar la friolera de horas que me esperaban para llegar a Eslovenia no era lo más agradable del mundo. Desde mi ciudad natal hasta Lorca serían unas ocho horas, de las once de la noche del día tres, a las siete de la mañana del día siguiente, y de ahí esperar en la estación de autobuses hasta la una del mediodía. Aunque un poco aburrido, esta primera parte del viaje salió sin problemas. Pero todavía quedaba lo mejor...
El segundo trayecto, de Lorca hasta Tolmin, pueblo donde estaba el festival, iba a ser un trayecto más largo de lo que esperábamos todos. Bien, el plan inicial era llegar allí el domingo a las ocho de la tarde, cosa que no sucedió pero ni de lejos. Puede entenderse que un retraso de un par de horas es comprensible, pueden pasar mil cosas, pero la vida da sorpresas...
Nos dimos cuenta de que algo raro pasaba cuando el autobús hacía demasiadas paradas, no es que sea un cabrón que no me importe que las vejigas ajenas revienten, pero que cada veinte minutos parásemos durante un corto espacio de tiempo... lógicamente cuando ya estábamos por el norte de Cataluña, sin haber salido de España aún, no era muy difícil imaginar que el retraso era considerable.
Al día siguiente, ya por Francia, se decía medio en broma, medio en serio que llegaríamos allíal día siguiente a las siete de la mañana.... dejó de ser una broma.
Así que tal y como suena nos dejaron en una estación de servicio cerca de Lyon, durante siete horas, de las cuatro hasta las diez. Lo mejor de todo es que había un pueblo al otro lado de la autopista (literalmente) y a los conductores no les salió de los huevos moverse dos metros más. Al menos el lugar donde nos dejaron era bastante amplio, con sus bancos, su pequeño lago, vamos, que éramos unos afortunados...
¿La explicación? La organizadora del viaje, junto con un pequeño séquito, empalmaban el festival de Wacken con Metalcamp. Su versión de los hecho fue que le obligaron a cambiar completamente el recorrido planeado, por cosas de papeleo y no poder entrar a Suiza, teniendo que coger una ruta mucho más larga, lo que daría sentido a tanto retraso y tanta parada esperándoles para ganar algo de tiempo. Es extraño lo sé, pero circulaban tantas versiones de la historia que uno no sabe que creer.
Finalmente, a las diez de la mañana (si, las diez) cruzabamos la frontera de Eslovenia y para las diez y media estábamos cargando con los pesadísimos bártulos camino del camping... pero la cosa no acababa ahí. Ya que llegamos con ese "ligero" retraso, unos franceses (como no, nuestros vecinos siempre jodiendo) invadieron el sitio asignado a nuestro grupo. Además muchos de ellos ni iban al festival, iban a pasar el rato al camping.
La verdad, entre lo de la estación de servicio, los altísimos precios de estas, y más aún en Francia, y eso que ya fue la puntilla, yo tengo una galofobia considerable. Al final creo que en eso nos hicieron un favor. El sitio donde estábamos estaba mucho más cerca de la tienda donde vendían cervezas y comida, con la gran ventaja de estar siempre abierta.
Precisamente una de las cosas que siempre voy a recordar de este festival es que la cerveza era muy barata. Hablamos de latas de medio litro a un euro en el camping, y si a alguien le parecía caro, lo cual dudo mucho si viene de España, no tenía más que ir al pueblo, que estaba nada más salir del camping, y pillar los pack de latas, donde cada una te salía por 60 céntimos aproximadamente. Ni me acuerdo que marcas bebí, porque locales había varias, pero todas estaban buenas y eran baratas. Eso sí, imprescindible el hielo, que eso no es España, no hace un calor infernal (aunque como ya expliqué en la primera parte, cuando el sol daba bien, picaba que daba gusto), y no tienen la costumbre de beberlas heladas como aquí. No todo iba a ser bueno, y la frase más oída en la tienda/bar era "no nos queda hielo, tienes que esperar un rato".
Metalcamp fue un festival bastante barato, a pesar de ser cinco días, no se necesita mucho dinero para sobrevivir cada día, y allí me gastaría "sólo" unos 100 euros, entre comida y bebida, más la camiseta del festival y un disco. Pero claro, al ver los precios de todo en general, tanto en el festival como en el pueblo, como bien apuntó uno de mis compañeros de faenas, habría que ver cuanto cobra una persona allí. Posiblemente menos que en España, por suerte para nosotros, aunque suene mal.
Nunca hubo ningún problema con la organización, se notaba que estaban allí para que el festival funcionase lo mejor posible, y nos llevásemos buena imagen del festival y del país. No olvidemos que esto, ante todo es turismo. Es una obviedad lo que he dicho, pero he visto algunas actitudes muy chulescas en la península por parte de los organizadores que bueno, para qué hablar...
Como no, no voy a obviar esa maravilla de río con el que cuenta la zona, no hay que olvidar que estábamos en un parque natural.
Una mini playa preciosa, llena de piedras, con lo que las sandalias se hacían imprescindibles para adentrarse en un agua cristalina y jodidamente helada, recién salida de los Alpes. En invierno era nieve, así que os podeis imaginar que tampoco era para estar una hora entera metido sin salir...
Se notaba que Tolmin y alrededores se benefician bastante del dinero que genera el festival, porque muchas facilidades nos pusieron a los turistas, como antes mencioné. Hay vida mucho más allá del festival, así que vale la pena aprovechar una mañana y patearse los boscosos alrededores de Tolmin y pueblos cercanos. Un ejemplo de las facilidades a los turistas es que para entrar a una zona del parque natural (donde nace el río que cruza por el festival e incluso puedes curiosear una gruta) te cobran un poco menos si vienes del Metalcamp. O en algunos restaurantes, donde después de comer te llevan gratis al festival en taxi. Son esos pequeños detalles que hacen la estancia mucho más agradable, y que de buen seguro contribuyen a inclinar la balanza a sus favor con respecto a otros festivales. Detalles que tienen más importacia de la que parecen, y que son casi de sentido común... y sí, en este país no se aplican. Digo yo que no toda la culpa de que tengamos tantos festivales efímeros se debe a la crisis únicamente... veremos si la propuesta del Costa de Fuego se consolida y en unos años podemos presumir de festival patrio.
Otra de los detalles que me llamó la atención fue la "extorsión" de la basura. Suena mal, pero tiene su explicación.
Una vez que te dan la pulsera para entrar y salir del recinto, te cobran obligatoriamente 10 euros por dos bolsas de basura, y si quieres recuperarlos tienes que entregar al menos una de ellas llena. Otro de esos detalles que marcan la diferencia, pero se consigue que el festival esté un poco más limpio, pues el último día podías ver a mucha gente haciendo los "deberes" para recuperar sus diez euros. Vamos, que te pagan por hacer de basurero. También se pueden hacer "trampas" para conseguir llenar la bolsa antes, pero me callaré que método usé. Que cada uno lo averigue si va...
Tampoco hubo ningún problema a la hora de la higiene, los baños portátiles estaban limpios a las ocho de la mañana, así que no era difíciles cogerlos limpios a esas horas, pues uno ya estaba despierto por razones que luego comentaré. De todos modos nunca se formaron en los retretes cosas como esta, de las que me advirtieron previamente.
Lo mejor de Metalcamp son las alternativas que hay dentro del propio festival, el no sólo emborracharse e ir a conciertos, o simplemente emborracharse en el camping, pues no fueron pocos que fueron sólamente a esa parte por la fiesta, opción tan respetable como otra cualquiera. En el recuerdo quedan los pirados que estuvieron desde el principio hasta el final del festival subidos en el techo de su caravana con sillas y sombrillas, alcohol y con música a toda ostia (y con buena variedad) fuese la hora que fuese.
¿Que no querías estar de concierto? Pues al río a pasar el rato. Si te aburres por la mañana, a hacer turismo por los bosques. También está el irse de tiendas, porque allí hay de todo, mil camisetas, mil pantalones, cinturones, y discos hasta decir basta. Todavía me arrepiento de haber sido un tacaño y haberme pillado uno solo (aunque yo habría cogido estantes enteros...). Y si quieres comer bien, pues vas al pueblo, y tienes bares y restaurantes para aburrir, y con variedad. De nuevo lo menciono, un pueblo al servicio del turismo, da gusto.
Y por la noche, pues en la playa, espectáculo con strippers, malabares con fuegos y música a todo volumen. Así se entiende que me levantase cada día con unas agüjeras brutales. Por si fuera poco, ni uno sólo de los días en los que estuve allí, conseguí dormir más de cinco horas. No es que no tuviese sueño, me sobraba sueño, pero el sol implacable a las ocho de la mañana daba con fuerza en la tienda y hacía de esta un horno. Daba igual que estuvieses de fiesta hasta las 3, las 4... el astro solar era inmisericorde. Además todos los sitios en la sombra estaban ocupados, así que había que aguantarse. Nada que ver la calurosa mañana con la fría noche, donde incluso había que ponerse sudadera. Con ese frío y un cuerpo destrozado por tanto concierto, dormirse costaba cinco minutos (tiempo real).
Creo que no hace falta volver a decir que esto ha sido una experiencia, con sus grandes momentos, y algún que otro mal momento. Pero volvería a ir, sin duda alguna, y vale la pena quitarse de algunos gastos para ahorrar. Sobretodo por la de seres que encuentras por allí, y como no, con la gente con la que vas, que al fin y al cabo son los que terminan de hacer la experiencia redonda. Por tópico que suene, sin ellos no es lo mismo. Porque no he aprendido tantos chistes escatológicos, sexuales, ofensivos, tanta anécdotas que no se podrían contar aquí, como en ese autobús, en el fondo sur. Este artículo va para todos los cabrones que iban en ese infierno con cuatro ruedas, ellos saben quienes son.

Fotos 1 y 2: Jennifer Landázuri. Foto 3: Facebook Metalcamp.