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lunes, 12 de agosto de 2013

Impetuous Ritual - Relentless Execution Of Ceremonial Excrescence (2009)



Vamos con uno de esos discos que poco a poco, han ido entrando en el selecto club de los "álbumes de culto". Algunos de vosotros, seguramente ya los conozcáis, otros, tal vez os suenen de días tontos ojeando distintas webs y blogs, y otros muchos, no los conoceréis, pero a buen seguro, esta siniestra, enigmática y minimalista portada, habrá hecho preguntaros "¿a quién se le ocurre?" y "¿que puñetas tocarán estos?".
Pues ni más ni menos que un Death Metal crudo, denso y muy oscuro. De ese a lo Incantation, Teitanblood, Funebrarum o Grave Miasma, que tanto nos gusta en este blog. Sin embargo, este Relentless Execution Of Ceremonial Excrescence (vaya nombrecito...) tiene varios detalles musicales y extramusicales, que lo hacen especial. 

Para empezar, que es la única obra en su haber, ¿por qué? Porque la mitad de sus miembros han estado bastante ocupados con su banda principal, ni más ni menos que Portal, esos australianos desquiciados que no están bien de la cabeza. Así que estamos ante un proyecto paralelo, que si bien son más "convencionales" en su sonido, que nadie se espere algo masticadito y para todos los públicos. Nada más lejos de la realidad. Si unos pirados como Portal, deciden volcar sus fuerzas en otro proyecto, de ahí saldrá no menos que una obra para invocar a los Primigenios.
Son prácticamente 40 minutos que es mejor pasar del tirón, sin pausas para no romper la atmósfera opresiva que nos transmiten (aunque no es tarea sencilla, y lo comprensible es que peguemos un pequeño descanso en la sesión de escucha).
Y es que los australianos son como un paseo por las profundidades abisales: solo hay oscuridad y nos aplastan por completo nada más empezar con Elegy, señal de que algo espantoso se nos viene encima, y eso que podría considerarse nada más que una introducción. Un tema corto, pero lento como pisadas de elefante. Después arrancará el infierno de verdad con Convoluting Unto Despondent Anach, con un Blast-Beat seco y sucio y una tormenta de riffs que hará que no sepamos de donde vienen los golpes.
He aquí donde tengo que resaltar un detalle bastante importante del disco: la producción, que juega tanto a favor como en contra. Me encanta que sea cruda y de ese ambiente tan oscuro, no obstante, algo más de claridad sería un detalle, en el sentido de que a veces los riffs se "pegan" demasiado unos con otros y no se distinguen bien, más la voz, la gran perdedora en este sentido. Si ya es una voz notablemente cavernosa, cuando la entierras entre guitarras, la haces casi indistinguible en algunos puntos, tanto que a veces piensas que estás escuchando un tema instrumental.
Tal vez sea su propósito, totalmente respetable, pero con el querer ser más oscuros que nadie empañan el trabajo. No quiero decir que tengan que sonar sobreproducidos, pero tal vez algo más de acierto en la mezcla habría venido bien.
Más alla de esto, cada tema es una burrada tras otra, que no nos deja tiempo para respirar. Cuando no nos acribillan a velocidad, porque hay que decirlo, que esta gente saben muy bien lo que hacen con sus instrumentos, buena prueba son los muros de batería que mantienen durante casi cada tema, y los solos a las seis cuerdas (no muy abundantes, eso sí), que resultan ser una auténtica locura.
Los australianos alternan entre los tiempos rápidos de Ceremonial Disembowelment o Inexorable Blasphemies, auténticos torbellinos de Death de la vieja escuela, y los tiempos lentos, ralentizados hasta un punto agónico, como si alguien con las piernas recién amputadas se arrastrase por los suelos. Dirge es una prueba de ello, la canción más larga del disco, con sus ocho minutos alargados como si de una tortura se tratase.
Pero al final lo que queda es una sensación de maldad perenne, una música fea y destructiva, y una obra, que como hemos dicho, no está hecha para todos los oídos. Eso sí, quien se adentre en esta pesadilla, verá que ha valido la pena.

Nota: 8'5

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