Buscar este blog

domingo, 6 de enero de 2013

Enabler - All Hail The Void (2012)


Cuando acaba el año es normal que en las webs de música, cine y demás artes haya un pequeño ranking a final de año con lo mejor de este. Además de causar eternas y absurdas discusiones, partiendo del hecho de que todo el mundo sabe (o debería) que es algo puramente subjetivo, también puede servir de referencia si alguna obra que no conozcamos esté en dicha lista y aumente nuestra curiosidad.
He aquí una breve historia de cómo esta obra llegó a mi ordenador. Tras verlo ubicado en varias listas, y además con muy buenas referencias, decidí echar unas escuchas, malo no podía ser.
Y aunque no soy muy experto en el mundo del Hardcore, y realmente no sabría decirte si esto es Crossover,  Crust, Hardcore de toda la vida o una mezcla de todo lo anterior, no importa porque es un auténtico torbellino. Un disco redondo de principio a fin, donde no sobra ni un sólo segundo de sus 34 minutos.
Aquí lo que importa es que los Enabler destilan odio desbocado por los cuatro costados, y lo bien que se les da contagiarlo. Yo mismo me he vuelto un poseso escuchándolo, es inevitable. La batería implacable, los riffs rápidos y asesinos... todo conduce de un modo un otro a un sentimiento irrefrenable de querer arrasar por todo lo que uno encuentre.
No encontramos descanso alguno, salvo en escasos momentos como la introducción acústica de F.A.T.H. y la primera parte de They Live, We Sleep, que demuestra que los de Milwaukee no tienen miedo en meter melodía en ciertas partes, y diseminarla en pequeñas dosis por todo el álbum, pongamos por ejemplo la genial parte final de True Love.
Es curioso el sonido de la obra, porque a pesar de que suena limpio e indudablemente bien producido, sigue guardando esa suciedad a la hora de tocar (de ahí ese cierto aire Crust que le detecto). Es algo difícil de explicar pero aunque está bien producido, sigue sonando crudo, no pierde agresividad alguna por motivos de estudio, cosa que no es raro que pase en las asépticas producciones de hoy día.
Tampoco es el típico álbum de Hardcore metalizado actual, sobreproducido, con guturales facilonas, y abuso excesivo de coros y breakdowns. Lo he dicho en más de una vez y lo seguiré repitiendo, que en saber administrar tus recursos tienes mucha batalla ganada en hacer un buen disco. Hay breakdowns, pero tan poco y tan bien colocados que apenas nos daremos cuenta de que están ahí. En otras palabras, con los Enabler es absurdo tener prejuicios, porque ante el ejercicio de contundencia que puede ser el tema que da título a la obra es imposible no caer rendido... o aplastado. E incluso me aventuraría a decir que hay pequeñas gotas de Metal Extremo por todo el disco (apreciación completamente subjetiva, claro está).
Enabler no es la típica banda de Hardcore que estamos más que hartos de ver, son una máquina furiosa y sucia, que arrasan con todo y todos que se le pongan por delante. Estés o no metido de lleno en este tipo de música, si tienes algo de afinidad con ella, debes escucharlo, y si estás en esta música, mejor aún. Más motivos para alabar al vacío.

Nota: 9

martes, 1 de enero de 2013

Mark Knopfler - Privateering (2012)


Menuda entrada extraña para comenzar el año, no solo de Grindcore vive el hombre, aunque en este caso las culpas hay que echárselas a mi amigo Horacio, que me pidió este encargo (aunque fiel a la tradición, cumplo con algo de retraso). Así que aprovecho para decir que si queréis que reseñe algún disco en particular, podéis hacerlo por comentarios o bien el correo que hay a vuestra izquierda (eso sí, no prometo nada sobre el tiempo...)
Tras esta breve introducción, pasemos a reseñar el álbum en sí, que hace preguntarme algunas cosas. ¿El objetivo de Knopfler era librarse del sonido Straits, era seguir demostrando que puede hacer cosas distintas a su faceta más conocida, o volver a sus raíces?
Lo más acertado es decir que un poco de todo, y en cuanto a lo primero, se ha alejado del sonido, pero las referencias a la banda madre son inevitables. Aunque no es el rock animado de los Straits, sino un ente muy distinto, compuesto de mucho Blues, Folk, y algo de Country, pero es que en ciertos detalles nos viene a la cabeza el sonido de los británicos. Ojo, no estoy diciendo que suenan bastante o son idénticos, o directamente me digáis que he mentido porque a simple vista no se parece en nada. Me refiero a fragmentos, a pequeños momentos, algún punteo, algún ritmo que nos indicar que Knopfler, en el fondo es el mismo de siempre.
Aunque la idea que nos debe quedar ante todo es que el guitarrista ha hecho lo que le daba la gana, lo que a el le gustaba, que al fin y al cabo para esto sirven los proyectos en solitario. En cuanto a que sea un CD doble, responde simplemente a que todo el material compuesto es superior a los 77 minutos simplemente. No es que en cada parte nos ofrezca lados completamente opuesto, como ocurre en otros casos, véase el álbum en solitario de Andreas Kisser. Aquí no es ni más ni menos que un gran de 90 minutos.
Así que, como previamente he comentado, Mark se dedica a explorar sus orígenes musicales, lo que al fin y al cabo acabó derivando en su banda más famosa. Como si la desmontásemos y presentáramos las piezas que la componían.
No es desde luego el álbum más sorprendente del año, y desde luego conociendo un poco al guitarrista, no era muy difícil prever por donde iban a ir los tiros, y no necesitamos más de tres canciones para comprobarlo. El tema que abre el primer disco, Redbull Tree muestra su lado más minimalista, un acústico bastante calmado que nos conduce a Haul Away, con un aura completamente Folk y que no habría quedado desentonada en la banda sonora de El Hobbit. Para el siguiente tema, de nuevo otro cambio de tercio, y es que a Don't Forget Your Hat lo único que le falta es el negro para sonar más blues aún. La verdad es que Knopfler es de los poco que con su trayectoria, se puede permitir estos fusilamientos de géneros. Mientras que el tema homónimo, que fue usado como adelanto unas semanas antes, huele a sureño que da gusto. Uno de los temas más alegres del disco, sin duda alguna.
Cuando hablaba de pequeñas similitudes con la antigua banda del guitarrista, no iba mal encaminado, aunque seguro que el inicio de Corned Beef City sacará una sonrisa a los fans de la banda. No se si lo habrá hecho conscientemente o "le habrá salido así", pero desde luego es el tema que más suena a los Straits, sin paliativos, sin quedarse en los detalles. Incluso tenemos tiempo para una balada con Go, Love. Parece que Knopfler intenta abarcar la mayor cantidad de palos posibles.
Esto tiene dos lecturas, una positiva y una negativa. Si lo miramos por el lado bueno, se demuestra que las inquietudes del músico siguen intactas y que se divierte jugando con los distintos géneros y los diversos instrumentos (guitarra, bajo, piano, armónica...). Por el malo, es que más que una sola obra, por la poca cohesión entre temas, da la sensación de que nos encontramos ante una compilación, que ha cogido todo lo que había hecho en todo este tiempo y lo ha puesto tal cual en el álbum, sin órden alguno. Esto habría tenido solución agrupando los temas similares entre sí. Por ejemplo, haber puesto juntos Got To Have Something, con Privateering y I Use To Could, con sus toques sureños, y más adelante el lado blues, como Bluebird, Hot Or What... Una agrupación por géneros que ayudaría a paliar esa sensación de estar oyendo trozos de distintas obras. Eso sí, Knofler demuestra que todo lo que hace se le da muy bien, está cómodo, no se mete en donde no sabe y no arriesga demasiado. Con coherencia o no, da gusto escucharlo y da absolutamente igual que suene o no a Dire Straits.
El escoces lleva muchas décadas en la música, y tras este Privateering creo que aún le queda cuerda para rato, y además haciendo lo que le da la gana, que no todos se lo pueden permitir.

Nota: 8'3